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Pelirroja teñida con bruscos cambios de humor y compradora compulsiva. Muy maniática, cafeinómana y devora libros. Enemiga pública de cientos de comidas, la playa y diferentes actitudes. Sin equilibrio/coordinación, pésima para matemáticas y física/química. Voz estridente y muy impulsiva. Nerviosa (de las que no pueden quedarse quietas un segundo)y experta en discutir (eso sí, civilizadamente).

viernes, 25 de junio de 2010

Te miré y me quise morir.

Morderse la lengua. Pisarse los pies. Cerrar con candado y tirar la llave. Atarse las manos. Vendarse los ojos. Tragarse las lágrimas. Encogerse de brazos. Callarse. Esconder el dolor bajo la dermis.

Mil razones y supongo que no tantos por "qués". Relativamente pronto me dijeron que en esta vida no podemos tener todo lo que deseamos.

Pero fue, es y será probar el cielo, para poco después quedarse sin paladar.

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(?).Cheshire.(Una vez más, muecas indiferentes).

Cuando todas las manzanas de la cesta se encuentran en perfecto estado, siempre habrá una podrida que las contamine.

Magnificent.

Las horas muertas se volvieron carne blanca y cubriéndose con etéreas túnicas negras, le llamaron con un movimiento de sus dedos pétreos.

Enfundada en su capa de terciopelo azul, dio un paso al frente, sintiendo como una gota de sudor helado le rozaba el cuero cabelludo y bajaba tortuosamente lento por su nuca, poniéndole aún más nerviosa.

Uno de ellos, justo el que se encontraba en medio de aquella intimidante formación, se aclaró la garganta y habló con voz trémula.

-Has sido enviada a este tribunal para dictar tu sentencia, hija mía- recordó en ese mismo instante, no sin cierto temor y mil bocanadas de desagrado, las sucias manos de los carceleros atando las correas alrededor de sus piernas y brazos; la "delicadeza" al lanzarle contra su celda; el sabor de su propia sangre cayéndole desde las mejillas procedentes de los cortes de navaja de su compañero... y pudo ser peor, por supuesto. -¿Tienes algo que decir antes de que el consejo tome su decisión?-.

Lo pensó, con la cabeza gacha y amasando el revoltijo de ideas entre sus palmas con palpable rabia contenida en su menudo cuerpo.

Entonces, lo soltó.

-El infierno me ha dado las pistas para resolver los duelos y las encrucijadas que se agolpan en mi ser. Mi corazón es azul y negro y mi tinto, antes miel, ahora se ha vuelto añil. Pueden juzgarme por tener los labios carmín, por no llevar el pelo del color que manda la ley o por decir lo que pienso siendo una hembra, cuando ustedes los alfas levantan sus zarpas en dirección a mis pómulos gritando que calle las verdades que encierra mi mente.

"Pero no pueden juzgarme, siendo humana como me siento, por querer utilizar mi tiempo en algo de gusto y, además añadiré, de provecho
- la cabeza alta, la voz potente y la mirada fiera, hicieron mella en la habitación dorada, provocando el revuelo de cada uno de los presentes, que alzaron sus lenguas cantando opiniones.

Un chillido solemne, hizo espacio al silencio en el habitáculo y las luces se volvieron tenues un segundo.

El líder del consejo le miró, escrutándole con sus ojos negros cargados de solemnidad.

-Eres libre-.

No necesitó oír más. Se giró y salió empujando las puertas caobas, parándose al llegar a los pies de las escaleras de mármol pulido.

El sol brilló sobre su frente y sus párpados. Se cubrió con la capucha e hizo tripas corazón.

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(?).Cheshire.(Tuve un sueño).

"A veces tengo que hacer de tripas corazón, a veces tengo que huir porque no puedo más." - Nena Daconte (He perdido los zapatos, 2006).

miércoles, 16 de junio de 2010

Tus secretos van sonando a despedida.

De su pecho se escuchó un ronroneo suave a la vez que se ponía tenso. Sintió un toque casi imperceptible en el estómago y unos labios ligeros rozándose levemente contra los suyos. Alargó un brazo y la acercó contra él. Sabía que se marchaba.

Aunque nunca había experimentado uno, por alguna razón asimiló que aquello era un beso de despedida. Un beso que significaba "me tengo que ir y no quiero despertare". Pero en la única cosa en la que podia pensar era en lo de "marcharse".

-Vuelve a dormir, amor.

-Tú primero- demandó retirándose hacia su izquierda y haciendo que se tumbara de nuevo en la cama, obligándola a quedarse de frente.

-Me tengo que marchar, en serio- él presionó sus labios contra los suyos en respuesta, esperando remarcar que no le hacía mucha gracia que tuviera que irse tan temprano. Además, casi no la había besado en serio desde la noche que habían pasado juntos y cuando lo había hecho, siempre habían resultado ser besos pequeños. No iba a presionarla, pero ahora, en ese momento, sentía una necesidad imperiosa de tocarla. De sentirla y de que ella lo sintiera a él.
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(?).Cheshire.(Después de tanto daño).

Me resulta muy curioso el hecho de que un corazón independiente -solo de un modo físico- al nuestro sea capaz de obligarnos a latir y continuar con nuestros propósitos cuando queremos echarlo todo a un lado y cruzarnos de brazos sentados en el suelo, enfurruñados como si tuviéramos cinco años.
No damos suficientes "gracias" por esto.

Con olor a café.

Recuerdo aquel día.

Fue simplemente perfecto. Las sábanas blancas de algodón, que se habían vuelto suaves por el uso, me rozaban hasta la altura de las mejillas, haciéndome cosquillas y obligándome a reír quedamente. Un calor agradable nacido en el centro de mi pecho se extendía a lo largo de todo mi cuerpo, desembocando en las yemas de mis dedos.

Sentí como abrían la puerta de la habitación bañada de luz amarilla proveniente del sol y me escondí enrollada en las coberturas. Un par de manos se afirmaron a mi cintura, levantándome del colchón mientras me retorcía y reía a pleno pulmón, por un lado muerta de miedo y por el otro radiante sumergida en semejante diversión.

Se rió con una carcajada grave, se mezcló con mi voz. Habló de desayuno en el salón y emprendimos camino.

Me llevó en sus hombros hasta mi asiento en la mesa y me sentó delicadamente, retirándome la silla como a una verdadera señorita.
Apenas rozaba la tabla con la barbilla, con todo el almiar de mi pelo resguardado tras las orejas. Recibí mi anhelado beso de "buenos días" y una manzana roja y brillante como el trigo de la Toscana al sol se colocó delante de mis narices. La mordí con avidez, manchando toda la comisura de dulce.

Todos hablaban en voz alta, deseándose un gran día. Él agarró una tostada espolvoreada de azúcar glass y nos besó uno a uno: volvía a llegar tarde.

Ella tomaba aquel mejunje oscuro como mis ojos y sonreía. Sonreía y se asemejaba a alguna deidad helénica; se me antojaba como una Afrodita peculiar.

Entonces, en lugar de recién exprimido, quise catarlo.

Observé con atención cómo cambiaba de color y las grandes cantidades de azúcar que se invertían en su creación. Calleron tres galletas, de esas de mojar, de las de toda la vida; agitaron y lo colocaron en mis manos.

Los observé dudosa. Un par de miraditas de aliento, realmente entretenidas, me invitaron a probar.

El sabor se convirtió en algo pleno, algo que te dejaba lleno. El dulce no empalagaba y lo amargo se controlaba. Todo en su justa medida.

Algo me hizo "click" en la cabeza y grité. Grité muy fuerte, absolutamente entusiasmada.

Tras aquella pequeña incursión, la tradición siguió con calma: con sus galletitas de té caseras y su azúcar de caña.